Sintiendo lástima por ellas, el hombre dedicó unos minutos a limpiarlas para estuvieran en condiciones. Al llegar a la aldea, comprobó que las calles estaban abarrotadas por las festividades del Año Nuevo, pues todos estaban haciendo los últimos preparativos. El viejo señor pensó que tendría suerte con las ventas, y eligió una calle para ofrecer su mercancía. Gritó y gritó, pero finalmente, no hubo nadie que le comprara ni un solo sombrero. Poco a poco, las calles se fueron vaciando y cayó la noche.
Derrotado, el sombrero decidió volver a casa, triste por tener que darle la mala noticia a su mujer. De nuevo, reparó en la presencia de las estatuas y se lamentó por no tener nada que ofrecerles en un día tan festivo. Al acercarse, vio que volvían a estar cubiertas de nieve, así que limpió de nuevo las cabezas y se disculpó por no poder realizarles una ofrenda. En ese momento, pensó que en su lugar les dejaría los sombreros para que no se ensuciaran más. El anciano fue colocando los sombreros uno a uno muy contento por la idea, pero pronto se dio cuenta de que sólo tenía cinco y las estatuas eran seis. Meditó un poco y decidió que dejaría su pañuelo a la sexta estatua, para que no fuera la única que se cubriera por la nieve. Al llegar a casa, su esposa se emocionó mucho al ver que no llevaba nada, pero el afligido marido tuvo que disculparse por su falta de éxito. Le explicó toda la historia y cómo le había dejado los sombreros a los budas, a lo que ella respondió con una sonrisa pensando que había sido un gesto muy considerado.
La señora se levantó para hacer la cena con unos pocos encurtidos y dar así la bienvenida al nuevo año, cuando de pronto alguien llamó a la puerta anunciando una entrega. Sorprendidos, abrieron la puerta y no encontraron al mensajero, sino una gran cantidad de hortalizas, dulces y varios sacos de arroz. Una nota acompañaba a los manjares: “Estimado señor, muchas gracias por los sombreros. Le dejamos estos regalos por su amabilidad. ¡Tengan ustedes un buen año nuevo!”. La anciana pareja rio feliz por la comida recibida, y aún rieron más al ver que a lo lejos se divisaban las sombras de cinco figuras con sombrero y otra con un pañuelo en la cabeza, que se dirigían al camino donde probablemente residían.
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